INFORME ROJO

El muerto que Pepe Yunes tiene que cargar

* El PRI y su historia de corrupción * Sus próceres: Fidel, Duarte, Cisne, Marcelo, Tarek * El PRI es desprestigio, saqueo, traición * 42 atrocidades en Veracruz * En 2018, Daniel Hernández ya operaba para Morena * Que el rezago siga y los empleados del Poder Judicial descansen * Jefe de policía, secuestrador * Policías de Coatza, asaltantes

Por Mussio Cárdenas Arellano

 A Pepe Yunes le tocó la peor penitencia: cargar un muerto, echarse en la espalda al PRI, arrastrar al moribundo, maquillarlo, ofertarlo, encajarlo en una oposición infame que sólo aspira a comerse las migajas que Morena le quiera aventar.

Le tocó lidiar con el PRI de Alejandro Moreno Cárdenas, su líder nacional, atajando el intento de avalar la Ley Eléctrica cuando Alito se había entregado a Andrés Manuel.

Pepe Yunes decidió quedarse solo cuando el PRI de Alito Moreno pactó con López Obrador y la militarización de las calles se consumó. Cuatro años más con la Guardia Nacional porque el PRI y Morena pasaron del idilio al incesto. Se acostaron y parieron un engendro militar.

Ejército y Marina patrullando, instalando retenes, revisando bolsillos, metiendo las narices en los automóviles, interrogando al mexicano de a pie mientras a los capos y a sus sicarios los arropa el presidente y los generales canjean el honor por una vida de placer.

A Pepe Yunes le tocó ver y oír el festín de Layda, el carnaval de los audios, desollado el líder nacional del PRI, destrozado porque su lengua es larga y tiene alma de hampón.

Alejandro Moreno es, literalmente, un cerdo político. Los audios sirven para trazar su perfil: riqueza inexplicable a partir de sus días en el gobierno de Campeche; las residencias que huelen a transa, o exprimiendo empresarios, o pactando con Monreal, o surtiendo recetas de cómo aniquilar a la prensa: “no les des un balazo, mátalos de hambre, papito”.

Y luego el ataque al estatuto del PRI, el intento de Alito de extender su período como líder nacional, fraguando cómo manipular la alianza con el PAN y PRD, o cómo reventar a la oposición, según se lo ordene su patrón, Andrés Manuel López Obrador.

Y la batalla en el Senado, el cuartelazo contra Osorio Chong, el ungimiento de Manuel Añorve, el senador pro narco que en sus días en la alcaldía de Acapulco permitió el florecimiento de los cárteles, la violencia sin control, tácitamente el inicio de la destrucción de la que fue la principal joya turística del país.

Ese muerto político llamado PRI es el que Pepe Yunes tiene que cargar.

El PRI de las corruptelas y los fraudes históricos. El PRI de Javier Duarte. El PRI de Salvador Manzur, que llegó a expresar que el programa de Adultos Mayores era “oro molido” porque hasta los familiares de los abuelitos terminan votando por el tricolor. El PRI del Cisne Silva, implicado en el pago a empresas fantasma cuando Javier Duarte saqueaba al gobierno estatal.

El PRI de Veracruz también huele a panteón. Es un cascarón succionado por Marlon Ramírez Marín, su líder(?) estatal, el célebre histrión que un día escenifica la obra teatral del combate al obradorismo jarocho y al día siguiente se presta a validar la militarización del país.

Marlon Ramírez es un espantapájaros político. Habla de legalidad y le estalla un escándalo inédito por el robo de los dineros del PRI, la nómina atestada de “aviadores”, pagos a los favoritos del reino y falta de salario a quienes no pululan en su corral.

Marlon exige aclarar el escándalo de las empresas fantasma; por qué Araly Rodríguez, siendo empleada del gobierno de Cuitláhuac García Jiménez tiene contratos por casi 100 millones de pesos en dos secretarías y el DIF estatal; por qué existe una red de corrupción con empresas constituidas en domicilios de colonias marginadas con contratos por cientos de millones de pesos.

O sea, saqueo al estilo de Javier Duarte, del que Marlon Ramírez fue subsecretario de Gobierno y entonces no protestó, ni se indignó, ni exigió una profunda investigación.

El PRI es una fachada. Detrás de su rostro no hay nada. Su militancia es un puñado de seguidores aquí y otro grupúsculo más allá. Sólo tiene potencial ganador en municipios donde hay liderazgo, Cosoleacaque, Orizaba, Moloacán.

Sufrió la atomización de su base, el éxodo de la militancia, los que se fueron con Morena, el arribo a la tierra prometida y su conversión al obradorismo.

Fidelistas, duartistas, marcelistas, petroleros, campesinos, cañeros, vendieron su estructura, su capacidad operativa, su profundo poder corruptor.

El fidelismo hoy opera en Morena y en el Partido Verde (Anti)Ecologista de México. Javier Herrera Borunda, hijo de Fidel Herrera Beltrán, es secretario de Organización del comité nacional del PVEM. Apunta a ser candidato a senador, arrebatándole el espacio al morenismo.

Marcelo Montiel Montiel, ex alcalde de Coatzacoalcos, impuso a su hermano Roberto como presidente municipal de Puente Nacional. Llegó bajo las siglas del PVEM en alianza con Morena.

Las derrotas del PRI, de 2018 a la fecha, despiden tufo a traición. Son los priistas quienes votaron a favor de Cuitláhuac García hasta alcanzar un millón 600 mil sufragios. Fueron los priistas leales quienes le dieron sólo 350 mil votos a Pepe Yunes, entonces candidato al gobierno de Veracruz.

El prestigio de Pepe Yunes Zorrilla no está a discusión. Ni el del alcalde de Orizaba, Juan Manuel Diez Francos. Fuera de ellos, no hay figuras en el priismo para la sucesión en 2024. Sus cifras hablan. Sus resultados los avalan. Pero el punto no son ellos sino el descrédito del PRI.

Hay una discusión bizantina por la conformación del bloque opositor. Que si le entra Movimiento Ciudadano, que si el pastel se lo comen Pepe Yunes y José Manuel del Río Virgen, secretario técnico de la Junta de Coordinación Política del Senado, amigo de Dante Delgado, dueño de MC.

O que el panista Julen Rementería tendrá que dejar pasar a Patricia Lobeira Rodríguez, alcaldesa de Veracruz puerto y esposa de Miguel Ángel Yunes Márquez. O al revés.

O que Héctor Yunes Landa —“Javier Duarte es mi jefe político”— se tira una nueva chamarra mental aspirando a la diputación local, porque vivir fuera del presupuesto es vivir en el error.

O que si Dante Delgado volverá a olvidar —ya lo hizo en 2018— cuando Miguel Ángel Yunes Linares lo encarceló y no tuvo piedad cuando le negó el derecho a salir a sepultar a su papá.

El dilema no es el bloque sino cuánto lastre traen. El PAN está partido en dos, el de los Yunes azules, que sólo pintan en la zona Veracruz-Boca del Río, y el de Julen, el Chapito Guzmán Avilés, Víctor Serralde y otros que odian a Chiquiyunes y a Fernando Yunes Márquez, el de la Torre Centro y otros negocios más.

O saber si suma o resta el Partido de la Revolución Democrática que no necesita estar dividido porque de hecho no existe, y si le obsesiona postular y adorar candidatos que provengan del PAN.

O Movimiento Ciudadano que se nutre de priistas, caso Coatzacoalcos, cuyo regidor, Luis Gutiérrez González, es un súbdito del alcalde de Morena, Amado Cruz Malpica, y todo le vota a favor.

Pero nada como el PRI. Es ejemplo de corrupción y traición. Ver al PRI es ver el rostro de Javier Duarte, Alito Moreno, Fidel Herrera, Arturo Bermúdez, Cisne Silva, Salvador Manzur, Tarek Abdala, Gabriel Deantes y otros que siete años después aún saltan de juzgado en juzgado por las denuncias que enfrentan.

Políticamente el PRI no vende. Su marca es el saqueo a las arcas públicas. Su marca es el robo. Su marca con las fortunas malhabidas, el desprecio a los pobres, el hundimiento de Veracruz. El PRI es el fraude electoral y el fraude a la ley. Su corazón ya no late. Está en fase terminal.

Ese bulto trae a cuestas Pepe Yunes. Y por más que lo maquille, y por más que lo oferte, y por más que lo imagine como una nueva versión, el PRI sigue apestando a PRI.

Y es el muerto que Pepe Yunes tiene que cargar.

                                               Archivo muerto

42 atrocidades son, quiérase o no, un escenario violento. Es el Veracruz real, el Veracruz de sangre. En 59 días, entre enero y febrero, se registraron 42 atrocidades, término dado por la organización Causa en Común, de María Elena Morera. A detalle, el recuento identifica siete asesinatos con violencia, cinco masacres —muerte violenta de tres o más personas en un evento—, y nueve feminicidios con extrema violencia. Causa en Común señala que en ese lapso ocurrieron ocho asesinatos en Poza Rica, un menor de 11 años victimado en Río Blanco, y otro evento brutal registrado en las Cañadas, cerca del aeropuerto Heriberto Jara, de Veracruz puerto, con saldo de seis víctimas, cuatro adultos y dos menores, familiares y amigo del polémico Fernando “Pino” Pérez Vega, obradorista, ex candidato a la alcaldía de Coxquihui. Veracruz es el sexto estado más violento de México. Lo superan Chiapas, con 273 casos; Chihuahua, 134; Nuevo León, 122; Guanajuato, 117, y Guerrero, 92. La medición se realizó a partir de la información difundida en medios de comunicación, más real que la que proporcionan las fiscalías y policías del país, que suelen maquillar la estadística de sangre.  Son los datos duros, no los otros datos con los que el desgobernador Cuitláhuac García Jiménez intenta enmascarar el desastre violento en que está inmerso Veracruz… En 2018, Daniel Hernández León ya operaba para Morena. Entró a la huasteca cuando nadie lo quería hacer. Estableció contactos, reactivó relaciones, buscó y halló a las estructuras magisteriales con las que se hablaba de tú. Y lo tradujo en votos. Era una elección clave. Andrés Manuel competía por la Presidencia de México, Rocío Nahle García y Ricardo Ahued Bardahuil por la Senaduría, Cuitláhuac García Jiménez por el gobierno de Veracruz. Amigo de Héctor Yunes Landa, con cuya generación priista se formó, nada tuvo que ver y nada lo ligó a los Yunes azules. Pasó por la Dirección del Colegio de Bachilleres de Veracruz y ahí tuvo el contacto con las bases magisteriales que se convirtieron en motor del voto. Hoy es director de Transparencia en el ayuntamiento de Coatzacoalcos y en unos días más, director de Comunicación Social, el monstruo al que le comen las entrañas los que se supone son amigos del alcalde Amado Cruz Malpica… Que el rezago siga y los empleados del Poder Judicial descansen. Que se acumulen los expedientes y se postergue la justicia. Que reine la ausencia y se deje en la indefensión a las víctimas. Por la Expo Feria de Coatzacoalcos, el personal del Poder Judicial de Veracruz gozará de dos días de asueto. Así lo indica la circular No. 10, suscrita por el Consejo de la Judicatura, donde reina Lisbeth Aurelia Jiménez Aguirre, otro de los inventos del gobernador de Veracruz, Cuitláhuac García. El reino de la magistrada Lisbeth es de frivolidad pura y de zonas abandonadas, como el sur. Basta con verla entre los acarreados del bienestar, el 18 de marzo en la Ciudad de México, los que entonan loas al mesiánico Andrés Manuel, al que sólo le faltó montar un burro para entrar triunfante al zócalo de la ciudad de México, como lo hicieran Salomón y Jesús en Jerusalén, según el relato bíblico. Allá andaba la magistrada presidenta como si fuera una chaira con pedigrí. Sólo faltó cargar la matraca y hacerla sonar. Sólo le faltó prender el incienso e hincarse ante López Obrador. Lisbeth Aurelia, súbdita irredenta de la 4T, no representa un poder autónomo en Veracruz, pues buena parte de lo que dirime en los tribunales procede de las vendettas e inquinas del primer círculo del gobernador Cuitláhuac García. Qué de extraño tendría entonces que que ante un evento rascuache, como es la Expo Feria Coatzacoalcos, les conceda a los empleados dos días de asueto, el 31 de marzo y el 3 de abril. La justicia, como de que no, puede esperar. Primero el placer y luego el deber… Un jefe policíaco en Chinameca, Tolín Reyes Bonilla, líderaba una banda de secuestradores. Y cuatro policías municipales de Coatzacoalcos usaban sus días francos para asaltar ciudadanos. A Tolín lo pescaron en plena faena, la noche del 5 de marzo, en San Juan Evangelista cuando trasladaba a un adulto y un joven a los que plagió. Una patrulla de la policía de Chinameca escoltaba la unidad donde se halaban los plagiados. No intuyeron que la Marina los seguía desde que transitaban por el municipio de Acayucan. Al llegar a Mecayapan hubo un enfrentamiento en el que murió el joven secuestrado y un marino fue herido. Tolín Reyes, el secuestrador, por su cargo como director de la Policía de Chinameca, participaba en las Mesas para la Construcción de la Paz donde tuvo acceso a información de alta seguridad, acciones y operativos. O sea, el diablo halconeando en el reino de la verdad. El alcalde Ramiro Alemán Valencia ya había sido advertido que su director de policía andaba chueco, pero nada hizo. Tolín Reyes y otros jefes policíacos operan en ayuntamientos gobernados por Morena. Dos semanas después, el 19 de marzo, cuatro policías municipales de Coatzacoalcos fueron aprehendidos. A julio César “N”, apodado “El Roki”; José María N, alias “Chema”, Emmanuel de Jesús “N”, con el mote de “El Chagala” y José Enrique N, alias “El Gallo” los sorprendieron asaltando transeúntes mientras se hallaban francos. Ser policías era sólo una fachada. Su negocio —jugoso negocio— era operar como una banda delincuencial. Son la escoria policíaca, la que tiene a su cargo la seguridad, la que está en manos del contralmirante de Marina, Luis Enrique Barrios Ríos, señalado por la desaparición de 30 jóvenes durante el operativo Coatzacoalcos Seguro, un episodio negro del gobierno de Javier Duarte de Ochoa. Es la Policía Municipal de la que con tanto orgullo habla el alcalde Amado Cruz Malpica. Es la Policía Municipal de Coatzacoalcos, la que en los hechos le compite tú a tú al crimen organizado. Pero dice el gobernador Cuitláhuac García que Veracruz es ejemplo nacional de cómo se abate la inseguridad. Sírvanle la otra…

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