COLUMNASINFORME ROJO

A media pandemia, el show del Peje

* “Abrácense”, insta López Obrador * Giras, saludos, violando protocolos * Frente al coronavirus, el miedo * Sistema de salud, en su peor nivel * Veracruz: 456 feminicidios en cinco años * Itesco: el acosador ahí sigue * El doctor Vasconcelos, un fraude * Pepe Peña y Carranza, una plaga * Desde una alcaldía se fraguó el secuestro de un menor.

Por Mussio Cárdenas Arellano

Andrés, el histrión, gusta del roce personal, piel con piel, el halago, el aplauso, la porra y el grito, las masas encendidas, un puñado de fanáticos serviles, la mujer que lo adula, el beso a la niña amuzga, sus labios prensando la mejilla, desatando la repulsa social. No se inmuta ante la pandemia que apanica a la humanidad.

Andrés Manuel es atípico y anormal en tiempos de coronavirus. Infringe protocolos, desoye las voces que lo instan a evitar los mítines, las concentraciones, el saludo, el contacto con multitudes porque ahí se es más vulnerable al contagio.

Andrés Manuel López Obrador hace de la pandemia por coronavirus 19 un show. Suelta frases locas —“abrácense”—, arengas triunfalistas — “no nos hacen nada las pandemias”— y dispara absurdos que rebasan las ocurrencias, los olvidos, la amnesia, los falsos datos, la contradicción diaria de las conferencias mañaneras en Palacio Nacional.

Al Dios Peje le pesa dejar el protagonismo, las giras a provincia, la gente a su alcance, contraviniendo los dictados que advierten que así el riesgo de contagio, para el presidente de México y para sus adeptos, es mayor.

Mesiánico, se esmera en ser el mártir de la 4T. Y quizá lo pueda lograr.

A contrapelo del mundo, que cierra fronteras, limita el tránsito de personas, que conmina a evitar las aglomeraciones de gente, el líder de Morena no cede reflectores ni renuncia al mitin y al aplauso de su público, a la confrontación con el que reclama, al halago o al contrapunteo.

Una pandemia asuela al mundo y el Dios Peje sigue pregonando el evangelio a sus fieles. Les habla y los entretiene. Los mueve y los empina. Los convoca y lo siguen. Ya no son tantos pero se dejan marear.

Altamente contagioso, el coronavirus o Covid-19 ataca el sistema respiratorio. A los niños y jóvenes si acaso los afecta. Al adulto, al de la tercera edad, al anciano de más de 80, los lleva a escenarios de gravedad o muerte.

Y aún así, Andrés Manuel conduce a su gente al contacto físico, al mitin, la selfie con el presidente, los besos de las mujeres, el abrazo de los varones.

Letal, el Covid-19 devasta la vida de los hombres y destroza la economía mundial. Desploma las bolsas de valores, devalúa monedas, altera el precio del petróleo, provocando que el erario de todas las naciones se enfoque en los cuidados, en los estragos, en atenuar los efectos del daño a la salud.

Surgido en China, en la provincia de Wuhan, el Covid-19 se extiende, alcanza a más de 80 mil contagios, 3 mil muertos, más de 50 millones de chinos en cuarentena, ciudades fantasma, fumigadas a diario, un hospital levantado en 10 días, hasta que la enfermedad pudo ser contenida y el registro de nuevos afectados se redujo casi a cero.

140 naciones, entre ellas México, enfrentan al coronavirus. Corea del Sur aplica una respuesta intensa, un promedio de 10 mil pruebas de laboratorio, y el número de decesos es mínimo.

Irán, Italia, España concentran el mayor número de contagios y muerte fuera de China. Lombardía, provincia al norte de Italia, es el epicentro de la pandemia en Europa. España, Italia, Francia, decretan suspensión de actividades. Sus calles se hallan desiertas. Y la orden tajante es limitar la concentración de personas por el riesgo de contagio.

Hay signos de desaceleración económica. A diario las bolsas de valores abren con pérdidas, suspenden actividades, cierran a la baja.

Previsible la crisis financiera, la parálisis, el gobierno francés habrá de absorber el cobro de créditos, las rentas de vivienda, el costo de los servicios públicos. Nada se dice, sin embargo, de las economías informales, los no asalariados, los que buscan el sustento por sí solos, sin empresa, sin estar en la nómina de los gobiernos.

Pero como punto elemental, la prioridad es evitar que las concentraciones de individuos incrementen los contagios.

Acá es, literalmente, otro mundo. La Cuarta Transformación no preserva la vida de sus fans. López Obrador acude a mítines, se mezcla entre sus fieles, busca el contacto físico. La jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheimbaum, permite la realización del festival Vive Latino. Cuitláhuac García, gobernador de Veracruz, desoye las voces que lo conminaban a cancelar o posponer la Cumbre Tajín, que dos días después de su inicio debió parar, o maquillar el fracaso pues nadie acudió.

Al Peje lo pilla la crisis con un conflicto de salud brutal: el desabasto de medicamentos, la extinción del Seguro Popular y la pésima instalación del Instituto para la Salud y el Bienestar (Insabi), el déficit de camas de hospital, la falta de reactivos para aplicar la pruebas clínicas para detectar el Covi-19. Quizá se puedan realizar 300 mil y no más.

Y Andrés Manuel va a provincia. Mueve a sus masas. Son, políticamente, su alimento. En ellos, bíblicamente hablando, tiene sus complacencias.

Sus aduladores abundan. Su vocero para el tema del coronavirus, el subsecretario Hugo López-Gatell, va sorteando la crisis de información, usando un lenguaje que dé confianza, matizando los errores, hasta terminar siendo un aplaudidor sin ética. A todos recomienda no abrazar ni besar en los tiempos de la pandemia, a excepción del Peje.

Otro día es el peor servil. Una reportera pregunta si López Obrador se contagiara y por su afán de mezclarse con las masas, pudiera transmitir el contagio a esas personas. López-Gatell pronuncia un absurdo descomunal: el presidente tiene fuerza moral, no fuerza de contagio.

Horas antes, Andrés Manuel protagonizó su peor momento como presidente. Acudió a Ometepec, Guerrero y al concluir el evento se mimetizó con sus fanáticos. De pronto le acercan a una menor con raíces amuzgas, la étnia del lugar. Fue un acto prefabricado. Un integrante de su equipo instruyó al padre de la menor para colocar a la niña en los brazos de López Obrador, según consta en el video que el mismo presidente subió a la red social Twitter.

Al cargarla, Andrés Manuel le da un beso en la mejilla. La pequeña se resiste. Andrés la vuelve a besar. Luego le aplica un mordisco con sus labios en la mejilla.

Da la vuelta a México la fotografía. El Mesías va al Gólgota. Es crucificado. Lo acusan de pedófilo, de pederasta. Se vuelve tendencia en redes sociales. Hay imágenes gif en que el rostro del presidente se transforma en el del sacerdote Marcial Maciel, fallecido líder de los Legionarios de Cristo, un enfermo mental que abusó de decenas de menores de edad.

Y al día siguiente el líder de Morena vuelve al mitin, a la concentración de multitudes.

Su actitud es inaudita. A quienes lo siguen, los lleva a zona de contagio. Con la niña amuzga mostró una faceta inédita, un exceso, el agravio a la dignidad de la menor.

Frente a la pandemia, López Obrador mantiene perfil grillo. Los mítines son su hábitat. Sin su andar entre la gente, sin el abrazo y el saludo, sin la selfie, sin el beso de las niñas y la foto con los niños y ancianos, el voto se va.

Su ADN lo mueve a seguir en torno a las masas, a riesgo de contagio. Andrés Manuel gobierna mal, transita del fracaso en seguridad a la economía cero, pero por una pandemia no va a perder los grupos que lo adulan y le aplauden hasta la ocurrencia más locuaz.

El coronavirus es devastador. Los contagios se producen en forma exponencial. Se atiende en casa o en casos graves, en hospital. Pero provoca pánico al sector financiero e impacta las economías el mundo. Exige que la sociedad se aísle, que la gente no interactúe, que evite los actos masivos.

El Peje, en cambio, los quiere con él. Si ese hilo se rompe, nada tiene que ofrecer.

Sabe que ante la pandemia, el show debe continuar.

                                                    Archivo muerto

Veracruz, donde la mujer peligra. Cinco años y la estadística duele: 456 feminicidios y únicamente 33 sentencias. Quedan impunes 423 casos y el agravio marcha a todo lo que da. Hay una carga de machismo implícita, una dosis de odio hacia la mujer en el aparato policíaco, en el aparato judicial, en el aparato de poder. Veracruz es zona agreste y territorio en que la impunidad incuba la vulnerabilidad de la mujer. Mueren muchas más por otras causas, algunas sí violentamente pero por razones que no encuadran en la tipificación del feminicidio, la saña, el ingrediente sexual, el asedio, la sistemática agresión. De ahí el récord de Veracruz en la violencia a las mujeres. De ahí la cifra de 456 feminicidios en cinco años y sólo 33 sentencias. O sea, un 7.2 por ciento de justicia… Entre los muros, los jardines, las aulas, los acosadores del Itesco están a salvo. Festinan el Día Internacional de la Mujer, sus derechos, su respeto, y el encubrimiento sigue. César “V” fue captado en un video jalonando a una alumna. Sábese que la acosa. Sábese que el catedrático es proclive al asedio, al hostigamiento de estudiantes. Y Bulmaro Salazar, el director del Itesco, impávido. No mueve un dedo. Conocido su caso, detonado en redes sociales y portales de prensa, el enfermo sexual se sabe impune. Quiso en una universidad particular de Coatzacoalcos hacer lo mismo y lo echaron. Se fue diciendo que le dejó sus horas a otro catedrático. Cuatro meses hace que su caso se volvió escándalo, el video exhibiendo el asedio a una alumna, y Bulmaro prefiere ser cómplice. A un grupo de periodistas que le tocaron el tema les dijo que se estaba investigando. Eso ocurrió en octubre de 2019. A la fecha, César “V” se sabe encubierto, cobijado por Bulmaro y por su líder y patrón, Ricardo Orozco Alor, ex director del Itesco. Y todavía tienen la desfachatez de recordar y enaltecer a la mujer… Memorias de un perverso. Al doctor Vasconcelos lo instaló su padre en departamento de lujo en la zona más exclusiva del ex DF, con vista esplendorosa, la Plaza de las Tres Culturas a sus pies, matrícula en la UNAM. Tenía que seguir su vocación, dijo al viejo; debía repararle la vida a los demás. Al doctor Vasconcelos le llovía el dinero a granel y, como solía ser, lo dilapidó. Y el medicucho en ciernes se la pasaba de reventón en reventón, el vicio, el trago, la música, la desnudez de las nenas, viviendo la vida como si la vida en un instante se fuera a acabar. Al segundo semestre, una voz alertó al padre. Y el viejo líder indagó. Y derramó lágrimas de frustración. Ningún registro de la UNAM consignaba los datos del joven timador. Y de ahí, el regreso al pueblo y a lo mismo: a la farra, al jolgorio, a las grescas que hacían asomar el rostro violento, el placer por dañar. Dos semestres y la historia del “doctor Vasconcelos” llegó a su fin. Un fragmento hoy. Las memorias de un perverso… ¿Qué liga a Víctor Carranza con José Luis Peña? Una empresa. Y no es Pemex. Carranza, hoy alcalde de Coatzacoalcos, fue peón de Pepe Peña en proyectos fuera de la empresa petrolera. Pepe Peña Peña, marido de Rocío Nahle, fue —y es— su gurú. Carranza y Peña Peña en el complejo petroquímico Pajaritos. Uno en la Superintendencia de Recursos Materiales y el otro siendo encargado de Mantenimiento, rubro éste que por deficiente, por abandono, habría de provocar a la postre la explosión de Clorados III, con saldo sangriento, más de 30 familias en duelo, más de 30 vidas cercenadas de tajo hace cuatro años ya. Aquella vez Nahle llegó, ofreció que se sabría la verdad, se fue y los culpables permanecen en la impunidad. La entonces Procuraduría General de la República se desistió de ejercer acción penal. José Antonio González Anaya, ex director de Pemex, ofreció dar a conocer el peritaje que explicara el origen del siniestro y lo ocultó. Se infiere por qué. Todos en Pemex recuerdan que Carranza, fuera del horario laboral, era el peón de Peña Peña. Todos recuerdan el caso Atos Tecnología y la compra con sobreprecio de tubos aletados, que hizo caer a varios ejecutivos de Pemex, ser inhabilitados. AMR Industria, el proveedor original, los vendió a mitad de precio y Atos lo duplicó. Carranza demandó a Pemex y pudo regresar. Pepe Peña también regresó pero por su segunda jubilación. ¿Por qué Víctor Carranza paró en la presidencia municipal de Coatzacoalcos? También se infiere por qué… Doce secuestros, y entre ellos el de un menor de edad. Su padre, un ex alcalde gris, pagó por su vida y a partir de ahí se sometió, guardó silencio, dejó que la impunidad sepultara el robo, el engaño, la malversación de recursos, el abuso de poder de quien lo antecedió en el cargo. Una pista: la autoría intelectual del plagio recae en una mujer, ex poderosa en el sur. Pero tuvo cómplices…

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